martes, 29 de noviembre de 2011

0 Ahora mi único vicio es Dios...

Desde los 6 años andaba por las calles de San Isidro y a los 15 ya estaba harto de aquella vida, donde abundaban las drogas, el hambre y el maltrato
Jose Castro Vargas es un joven de 16 años y medio, admirado por muchas personas que lo conocieron en el bajo mundo de las drogas pidiendo dinero para saciar sus vicios, porque desde hace un año y cuatro meses, confió en que Dios lo iba a sacar de ese precipicio... y así fue.














Jose Castro Vargas, valiente joven que nos contó su historia.

Algunos todavía dudan en que no vuelva a caer y él como ser humano no lo descarta, pero constantemente repite “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” y asegura que ahora Dios camina delante de él, porque es una criatura nueva que le gusta dar testimonio de su cambio.
Tiene 10 hermanos y vive con su abuela Flory Vargas en Barrio El Pocito en Pérez Zeledón, porque según dijo, desde pequeño ha tenido problemas con su familia, en los que no quiso entrar en detalles.
Llegó a las calles de San Isidro de El General a la corta edad de 6 años, cuando debía estar cursando el kinder o quizás la primaria y pedía dinero para llevar alimentos a su casa, pero a los 9 años ya fumaba cigarros y ya no sólo pedía para comer, sino también para su vicio.

Probó el cemento
A los 10 años era ayudante en un almacén, pero tuvo un problema con una jefa de personal y se fue a las andadas con sus “amigos”. En la playa inició el calvario de las drogas al oler cemento por primera vez, porque un amigo le dijo que con eso se olvidaba de todos los problemas que tenía.
“El viaje mío era el cemento, pero después me robé un radio y empecé a hundirme en el vicio. Las denuncias en la Corte también aumentaron. Mi mamá me dijo un día que prefería verme fumando que estuviera de vago y eso me afectó mucho”, expresó.
Pero el verdadero cambio se empezó a dar un 25 de diciembre al ver que muchas personas iban a recibir regalos y él no. “Le dije a Dios que duro, todo el mundo con regalos y yo nada, entonces el Señor empezó a tocarme”, dijo.

Una señal
 Aquel primer deseo de cambiar no era muy fuerte, porque asegura que seguía en las drogas, pero al contarle a un hermano que creía en Dios y que quería salir de ese oscuro mundo, se burló de él, lo cual produjo una reacción en el joven callejero a tal punto de decirle que ojalá el Señor no lo castigara.

“Yo digo que Dios me envió una señal, porque después de que le dije eso a mi hermano le dio un paro cardíaco y duró dos meses en el hospital. Pienso que Él le dio una advertencia a mi hermano para que yo creyera que existía un ser Supremo”, indicó.
No obstante, pese a aquella señal, José cuenta que se fue para el centro de la ciudad y un muchacho le regaló una caja de piedras de crack y se las fumó todas, pero reflexionó sobre lo que había hecho, se arrepintió y dijo que Dios iba a hacer su voluntad en él.
Volvió a pedir trabajo en el almacén de donde había salido, pero siguió fumando y tomando licor; además, andaba con mujeres y según dijo, se iba para un colegio local a fumar marihuana; sin embargo, considera que Dios seguía tratando con él y entonces se fue para la casa del dueño del negocio, donde habían 15 jóvenes más con deseos de superarse.

“Me hice cristiano”
Ya en la casa del dueño del negocio donde trabajaba se hizo cristiano y frecuentaba Ministerios Casa del Banquete. Afirma que a partir de aquí Dios empezó a hacer la obra en él, porque el Señor tiene un propósito para cada hijo suyo.
“Yo soy testimonio de Él y Dios me usa para dar testimonio, hasta ahí mismo donde trabajo, porque la gente me ve y se sorprende del cambio”, aseguró.
Como a los cinco meses de haber aceptado a Dios en su vida, este joven asegura que dejó el vicio del fumado, pero no fue hasta que decidió aguantar todo un día sin probar un cigarro, entonces al día siguiente vio que no era imposible y a partir de ahí, sostiene que el Todopoderoso empezó a tratar con él.
“Iba a congregarme y le decía a Dios que me guiara, protegiera y que todo lo que hiciera fuera la voluntad de Él. Ahora siempre voy a escuchar la palabra de Dios los domingos y desde entonces mi vida ha cambiado”, expresó.

Lo más difícil
Consultado sobre lo más difícil que vivió en las calles, José se apresura a decir que le dolía que siempre andaba mojado como un pollito sin gallina, así como los maltratos de policías, hambre y el desprecio de la gente.
A pesar de que estuvo en esa vida hasta los 15 años, dice que casi no dormía en las calles, sino que se pasaba toda la noche caminando. “Aguantaba unos tres días y regresaba a la casa”, añadió.
Sobre la situación de la drogadicción en San Isidro, este joven asegura que lo que más se consume es marihuana, crack, cocaína y pastillas de las que toman las personas con problemas mentales.
“Yo llegué a consumir cemento, piedra, marihuana, alcohol y sólo una vez probé la cocaína. También le conseguía droga a algunos gringos y cuando tenía plata vendía piedra”, subrayó.

Antes y ahora
Antes José se levantaba, desayunaba y se iba a las calles a pedir dinero para consumir drogas. Afirma que estuvo hasta seis días sin dormir, aguantaba hambre, padecía de gastritis y se adelgazó muchísimo. Sin embargo, ahora su vida dio un giro de 360 grados, ya que se levanta a las seis, desayuna y trabaja de siete de la mañana a siete de la noche, en dos empresas diferentes.
Cuando estaba en las drogas el tiempo era lo de menos, pero ahora debe organizarse para que le alcance, ya que también está estudiando para terminar la primaria pues su deseo es sacar el bachiller y estudiar Derecho, Educación o terminar siendo futbolista, porque reveló que adora el fútbol.

Estoy entrenando con La Generaleña de Gilberto Martínez, soy delantero y me motiva mucho cuando el “Tuma” me manda saludes desde Italia y me incentiva para que siga el buen camino, lo cual me anima mucho”, manifestó.
Sus ex compañeros de la calle, al ver el verdadero cambio que ha tenido José, ya no lo invitan a consumir drogas como antes, más bien le dicen que se mantenga firme, porque ahora él es ejemplo de ellos.
“Ahora ando con gente que Dios me pone en el camino, que me da buenos consejos y trata de ayudar”.
Después de ser un joven hundido en las drogas, el alcohol y el desorden, por el que cualquier persona sentía lástima, ahora José Castro es admirado por su visible transformación, ya que es un joven trabajador, deportista, estudioso y muy creyente en Dios.
“Yo lo único que le digo a la gente es que se fijen en lo que Dios está haciendo en mi y no sólo en mí porque uno es débil. Dios hace muchos milagros y todavía hay gente que no cree en Él”, finalizó.

 Aquí en la tienda donde ahora se gana honradamente su dinero.



  

sábado, 26 de noviembre de 2011

0 Predica - El arbol verde (Jesús)

Muy probablemente usted ha escuchado que venir a Jesús es la mejor decisión que una persona puede tomar sin embargo, no precisamente seguir el camino del evangelio es un camino de rosas.
conozca a la luz de esta predicación, cúal debe ser el modelo que todo cristiano debe imitar, y cómo los valores del mundo son totalmente opuestos a los valores del reino de Dios. Descubra según este audio, cuál es el precio a pagar por vivir al modelo que Jesús nos enseñó.
Aunque todo seguidor de Jesús necesariamente experimentará rechazo en el mundo, es la mejor manera de agradar al Señor en la medida que usted sufra por la causa de Cristo.
Pero, por qué seguir escribiendo..¡Mejor escuche el audio!

domingo, 20 de noviembre de 2011

0 Jesus dijo...

Jesús de Nazaret
Las bienaventuranzas
1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.
2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
La sal de la tierra
13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
La luz del mundo
14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Jesús y la ley
17 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. 19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Jesús y la ira
21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26 De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Jesús y el adulterio
27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Jesús y el divorcio
31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32 Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
Jesús y los juramentos
33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
El amor hacia los enemigos
38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Jesús y la limosna
1 Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4 para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Jesús y la oración
5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Jesús y el ayuno
16 Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18 para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Tesoros en el cielo
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
La lámpara del cuerpo
22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
Dios y las riquezas
24 Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
El afán y la ansiedad
25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
El juzgar a los demás
1 No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.
La oración, y la regla de oro
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 9 ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? 11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? 12 Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
La puerta estrecha
13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Por sus frutos los conoceréis
15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. 20 Así que, por sus frutos los conoceréis.
Nunca os conocí
21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Los dos cimientos
24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26 Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
28 Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
FIN

martes, 8 de noviembre de 2011

0 el trago amargo de Jesus

Jesús horas antes de su muerte, estaba muy angustiado... Muchas veces antes había pasado conversando con el Padre para que le diera la fortaleza necesaria para que pudiese resistir ese trago amargo que recibiría por culpa de la humanidad.

La noche antes de su muerte fue muy distinta a las demás. Fue a buscar tres veces a sus discípulos porque estaba percibiendo que la presencia del Padre se esta empezando a retirar del Él..

"Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo."

Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: "Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú." (Mateo 26:38-39)

El trago amargo que Jesús no quería sentir era que ya no iba a tener al Padre y al Espíritu Santo de su lado, pues lo abandonarían ya que Jesús estaba a poco tiempo de volverse pecado.

Lucas en su Evangelio lo describe:

Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. (Lucas 22:43-45)

La llegada del ángel lo fortaleció, pero lo angustio más. Por otro lado el ángel aparentemente ayudo a Jesús, pues la presencia del Padre debía retirarse de Él.

El ángel le quiso dar a entender que, aunque el Padre ya no estaba con Él, las huestes de ángeles estaban observándolo asombrados y sin aliento, mostrándole su apoyo.

Al Señor le entristeció también la llegada del ángel, pues el Padre ya no le estaba hablando directamente, sino a través de un siervo suyo.

- Jesús estaba experimentando la desolación del Infierno!

Imaginemos que amor mas grande, que Cristo había optado someterse a dolor y a vergüenza sin poder usar su poder divino, sin el consuelo del Espíritu Santo y sin el apoyo del Padre.

Unas 14 horas después, luego de casi 6 horas en la cruz, la intensidad del dolor y la angustia espiritual que sentía Cristo no pudo más y lo llevo a hacer el grito:

Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mateo 15:34)

PARA QUE JESÚS NOS PUDIERA REDIMIR, ERA NECESARIO QUE PASARA UNA DURA PRUEBA SIN PECAR Y QUE SUFRIERA LA MUERTE EN TODO HORROR.

Después de recibir el trago de vinagre del soldado romano, Él se dio cuenta que había vencido la copa de la ira de Dios contra el pecado.

Esto lo llevo a dar el grito del triunfo:
Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. (Juan 19:30)

Todo lo que le restaba hacer era morir físicamente...

Al meditar en esta escena, no podemos dejar pasar el dolor que el Padre y el Espíritu Santo han de haber sentido al ver al Hijo (tercera persona de la trinidad) sufrir y morir desamparado y en soledad.

Para que Dios pudiera perdonarnos todos nuestros pecados, era necesario que el Hijo, quien se había vuelto parte del genero humano, sufriera sin pecar y muriera de una manera horrible para hacer la redención total.

- Que amor tan increible!