Si pudiéramos ver y tener un encuentro con el diablo, cara a cara, ¿cuál creemos que sería su aspecto? Comúnmente se le muestra en caricaturas con un traje rojo y un tridente en la mano, o como un espíritu macabro.
Pero nada podría estar más alejado de la verdad. De hecho, si pudiéramos encontrarnos cara a cara con el diablo, lo encontraríamos atractivo, encantador y seductor.
Aunque realmente es el príncipe de las tinieblas, se presenta como “ángel de luz” (2 Corintios 11:14).
Satanás es el maestro de la tergiversación. Es el mejor propagandista del mundo, que ofrece su producto de una manera tan atractiva y maravillosa que nadie se percata de que es un veneno mortal. Quiere que sus clientes lo vean como bueno, magnánimo y totalmente digno de confianza. Y quiere que su producto —el pecado, el rechazo de Dios— parezca tentador y acogedor, y generalmente tiene bastante éxito.
Satanás nunca presenta el pecado tal como es en realidad. Nunca presenta las consecuencias; sólo nos presenta lo que quiere que veamos, algo divertido y placentero. Quiere que nos concentremos en el placer, en lo que se siente bien o parece bueno en el momento. No quiere que tengamos en cuenta las funestas consecuencias de nuestras acciones.
La mayoría de las personas han perdido de vista la conexión real que existe entre la causa y el efecto. Muy poco se menciona este concepto, y menos se discute. En lugar de ello, lo que vemos es que las personas quieren algo que pronto alivie sus problemas, dificultades o tropiezos, una píldora para cada molestia. Casi nunca nos detenemos a pensar en las consecuencias que nuestras acciones nos traerán a largo plazo.
La mayoría de las personas han perdido de vista la conexión real que existe entre la causa y el efecto. Muy poco se menciona este concepto, y menos se discute. En lugar de ello, lo que vemos es que las personas quieren algo que pronto alivie sus problemas, dificultades o tropiezos, una píldora para cada molestia. Casi nunca nos detenemos a pensar en las consecuencias que nuestras acciones nos traerán a largo plazo.
Nuestro enfoque es muy estrecho e insensato. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).
Vivimos en un mundo que presta poca atención a los resultados que el pecado tiene a largo plazo. No pensamos en las consecuencias de nuestras palabras y acciones, y constantemente nos sentimos presionados por una sociedad cuyo fundamento son los parámetros y valores de Satanás, en lugar de los de Dios.
Vivimos en un mundo que presta poca atención a los resultados que el pecado tiene a largo plazo. No pensamos en las consecuencias de nuestras palabras y acciones, y constantemente nos sentimos presionados por una sociedad cuyo fundamento son los parámetros y valores de Satanás, en lugar de los de Dios.
Debido a la influencia de la cultura que nos rodea, no es fácil, ni muy popularmente aceptado, seguir principios y parámetros diferentes, aquellos que Dios ha revelado. Como dijo Jesús: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:18-19). El camino de vida de Dios nunca será popular en esta época.
Sin embargo, la mayoría de las personas están convencidas de que sus caminos efectivamente le agradan a Dios. Defienden sus prácticas y creencias religiosas como si fueran algo del total agrado de Dios. Suponen que la mayoría de las iglesias y de los maestros religiosos que llevan el nombre de cristianos enseñan la verdad. Pocos se detienen a considerar que el más grande engaño de Satanás no sólo es mundial, sino que también se ha infiltrado profundamente en el cristianismo.
Veamos el contexto de las palabras de Pablo cuando afirma que Satanás parece ser un “ángel de luz”. En 2 Corintios 11:13-15 nos advierte: “Éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”.
¿Es esto posible? ¿Cómo pueden los que afirman representar a Cristo ser “ministros” de Satanás, sus siervos, a quienes utiliza para llevar a cabo el engaño? Jesús mismo repetidamente advirtió acerca de esto. Predijo que muchos se apropiarían de su nombre, pero lo negarían con sus acciones. Dijo que lo llamarían “Señor, Señor”, pero no serían fieles a sus enseñanzas (Lucas 6:46).
Jesús y sus verdaderos apóstoles hablaron de falsos apóstoles, falsos profetas y falsos hermanos. Él advirtió: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre . . . y a muchos engañarán” (Mateo 24:4-5, 11-12). Sabía que habría falsos maestros que enseñarían una versión desvirtuada y corrompida del cristianismo. Este engaño comenzó en el primer siglo, pues Pablo escribió que algunos ya estaban enseñando “un evangelio diferente” y que querían “pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:6-7).
Para llevar a cabo este propósito, Satanás ha utilizado algunas personas para que engañen a otras. Esto es especialmente cierto cuando están motivadas por sus ambiciones personales de ser maestros en cuestiones espirituales, pero les falta un entendimiento adecuado de las Escrituras. Satanás simplemente se aprovecha de este deseo y seduce a personas susceptibles para que presenten conceptos erróneos acerca de Cristo; aunque con frecuencia son sinceras, lo único que hacen es ayudarle a Satanás para que lleve a cabo lo que se ha propuesto.
Para evitar ser influenciados por Satanás en esta gran labor de engaño, necesitamos estar seguros de que lo que creemos está firmemente basado en la Biblia.
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